sábado, 21 de diciembre de 2024

Siempre se escribe para alguien más 
Me gustaría ser la transformista strippera que más de alguna vez arrulló mis grandes pesadillas
Bailar, agacharme, dedicar mis pasos a mis amores, vivos y perdidos
Ajustar mis pestañas alargadas 
Titilar como una supernova en su génesis 

Pero estoy muriendo
Y hay que trabajar
Y hay que organizar todo 
Y hay que 

Dejar de hacer permanentemente sería muy parecido a morir
sino supiera que algo está moviéndose.

Caer en la botella
en el litro 
en la luminescencia artificiosa de la noche
Conocer sus pájaros de insomnio, también sus cantos hervidos.

Morir morir y besarle la espalda por ultima vez a mi soledad
Enamorada y aturdida
Mi fé es insuficiente
Y cuando digo lo siento
digo siento no comprender los motivos.

Alguna vez, alguna vez 
fui candela en el pozo;
herida en la opacidad emocional.

Hoy por hoy
una triste y porfiada alumna del fracaso
entusiasta de cualquier arte asociado a la pérdida 
Pierdo muchas veces para identificar los cómo 
Pierdo muchas otras como se pierde la sangre.

Voy muriendo
Voy perdiendo
Violenta voy



Rondizzoni

En el muro,
dibujadas las añosas poblaciones.

Algo muere en la oportunidad.
Oportunidad, ahora, es no querer < toparse >
con < nadie >
Nadie es cualquier ente
que no sea viejo ropaje de barro;
palomas acostadas sobre trébol blanco.

¿Cuánto tiempo cabe en un ladrillo de adobe?

¿Qué hermosura oceánica se esconde en el sonido de los acordeones?

¿Cómo se amarra el sonido a un cuello
al exacto calco
de un delfín elíptico
ahogando las palabras?

Casas
Galpón
Barraca
El pajareo de los murciélagos 

Los murciélagos son una milagrosa composición
Agujas en la noche
en la noche dónde 
mi amor
es fino como el vidrio

miércoles, 18 de diciembre de 2024

La perra negra, los sonidos incorporándose, viejas luces

Ayer, el viejo pianista callejero y su perra negra. Frente a él, solíamos sentarnos a escuchar viejas canciones, fumar tabaco. Te dejabas caer. Caías en mí y yo, amortiguando el peso y la ropa, te sostenía. Mi cuerpo, un campo, un área para los dos. Y tus ojos, debajo de los faroles, negros y brillantes. Un cortejo de fantasmas, ya muy empobrecidos, nos hacía <extraña guardia>. Algo instituía inquietud y miedo en tu expresión, en cómo amplificabas.


Ahora, suena Sade, Bullet Proof Soul... y la entiendo, no es tan difícil, hay que desalojar a la víctima que opera como un parasito en nuestra subjetividad. No conozco - pero me adentraré - una forma de traducir el cariño o el amor o la atracción en palabras o escrituras. 

Y tomé mi decisión: alejarme contra todo pronóstico; no dejar mi - soterrada y comprensiva - presencia cerca de ti. Casi no pude, algo venía a comerse mi voluntad o el compromiso con mis ideas. Te dije: vine a instalar una distancia y mi cuerpo hizo lo suyo. Existe una fina pared de vidrio entre nosotros. Nos toparemos algún dia y no sabremos quién dirá o callará primero. Da lo mismo. Si decodificamos, el más breve de los silencios puede resultar una forma de admiración o repulsión determinante. Vaya a saber una. Sólo ya no estoy, no voy a ti ni a los rosales blancos ubicados en el centro de los parques. No voy, no me dirijo, no asisto a tu voz que es dulce y también solitaria, incomprendida.

El rayo, al tocar la tierra, desaparece en su forma visible. Ahora, lo que hay, son las repercusiones moleculares. Esta escritura de adioses; contra la nostalgia. Nos vemos en alguna hora, irreconocibles. Sin música, sin afinidad; nos veremos otra vez, mientras la noche descose sus párpados lunares. 


domingo, 15 de diciembre de 2024

Para Rasek
perro en la ciudad iluminada


Muero en cada trozo de hierba que dejé de pisar contigo; cada brisa que no me trae tu olor o sonido; en cada paso al caos (el de la normalidad). No sirvo para esto. No sé qué es. Hay una desesperación brutalista en mi corazón y en mi cabeza, un armazón roto, mordido por perros hambrientos. Porqué extraño. Porqué me aferro a las manifestaciones más elementales de la alegría. La ciudad es una fosa común; una baliza, un amplio huesero. 

Y, dentro de esta composición en manzanas, los recorridos oscuros a los paraderos; te pienso y tengo la habilidad de holografiar tus dones, tu sonido metálico. Tengo el temor de verte. Temor a mi espontaneidad.  A mi indiferencia que es mi antigua lanza, mi arma de larga distancia. El campo, esta - localidad desnombrada - es un espacio de guerra. Alguien saca algo de algo hasta dejarlo vacío.  Ese algo lo permite. Existe afinidad en cuestiones devoradoras. Temor.  

Muero y revivo como la culebra en y después  de su muda.

animita

Un contorsionista alude a mi lenguaje: estás hablando en el tono equivocado, estas diciendo <aquí puedes sembrar un nuevo color> a nadie. No lo escucho. Tiro mis cosas al pasto, la música gravita mi disipada presencia. Los pájaros y su balada, aerodinamismo primario. 

Esto pasará,  no habrá sepulcros en la orilla del río.  Un amor de agua. La fé del pez en su estructura. La kamanchaka no alcanza a mojarme. Hay sed o mucha sal en la pronunciación: algo se mueve, algo está embarcado para siempre. 

Una voz de antigua criatura, los hombros dónde dejarse caer. Embarcados...


14 de diciembre

Te escribiría.  Ganas compulsivas, agitadas. Te diría <es el momento para volver a reír sobre la hierba>. Muero de ese instante y sigo con mis cosas, mis recuentos, mi organización interior. Afuera, el calor y los tiuques. Alguien toca el violín.  Las cosas persisten para sí. El mirlo persiste para sí con su canto parasitario. La tarde pasa.

jueves, 12 de diciembre de 2024

1007, Los H. Despedidas de diciembre

Mucho rojo, rojísimos días. Las pascualinas crecen y toda mi pena se vuelve rosada y esta vez tiene nombre de mes; no de humano, no de animal solar caído en redes nebulosas, desde donde no sale si no es por voluntad del viento. Diciembre me tiene en su interior, arropada y desatada y trae, continuamente, sensaciones de pérdida, de posibles encogimientos... porqué el miedo, la náusea cuando digo < es hora de vehiculizar las palabras > . 


Sí, hay algo en mí, algo parecido a un continente o una gran porción de mar. Tenía esta plenitud lunar, de animal que merodea las ruinas indeterminadas de marte; un lugar y quizas más; la sed cuando desierto; el filo cuando cuchilla desempolvada. Pero entiendo. Siempre entiendo. O comprendo. Nuestras emociones no son una contaduría, una banca. No es préstamo, locura traspasada, una rutina asociada a la deuda. No me debes. No te debo. No nos debemos ningún tipo de circulación moral. 

Una sumisa debe asumir qué tanto puede sostener. Cuántas mordidas o embistes puede recibir. Estoy en repliegue. Me voy sin lenguaje, sin palabra. Apago mi cigarro en el - estado amatorio -, en las nostalgias y su totalidad, la difusa completitud. Laureles de río de siempre. Veo el fuego, siento el calor quemando las viejas figuras de la infancia.

Aquí, en esta espaciosa sala de transfiguraciones, te vuelves el hambre o la confusión o un tablero de ajedrez.  No tienes forma, estás ido... estás posicionado en otra parte, otra - pequeña espacialidad reminescente - y en mí, disipadores del color; comedores de raíces o rizomas; fantasmas elípticos que me instalan en su centro y se constriñen hacia mí. Voy a colgarme algún día y espero que todos los poemas floten como pájaros de arena; que las campanas encuentren asilo en la costa y al final, cuando sea huesos y viejos ropajes oscuros y cadenas de acero; cuando sea gruta de mi propia soledad: decir con mi polvadera, en compañía del viento, aquí giro y giro y voy girando a tus ojos, negros como el misterio en la fé, leales a su dolor aguado, resbaladizo. 

Voy a todas partes, transformada; voy sin consciencia, sin temperamento. Iré, iré al mundo donde las camas, al momento de dormir, descienden violentamente; dónde las alfombras me abrazan y dicen: estás muerta, estás dormida, estás dejando de amar, estás viva, viva y a medio cantar y a medio morir y transformada iré,  escuchando la más porosa impostación de la voz; las músicas tronando no la tierra sino sus propias limitaciones gráficas. Música para alguien que no quiere ver más dentro de su cabeza y va perdiendo la vista hacia fuera. La paradoja no tiene cabida cuando no tienes miedo. Miedo. Soterrado, pero miedo. Veo las luces en mis manos, desapareciendo como naranjas comprimidas. Tu espalda es un árbol que cayó sobre mí y sembró sus nidos y su ramaje en mi memoria, ahora suprimida por la necesidad de grafiar la experiencia.

Si cierro los ojos, hay más, mayor visión, enormes imágenes. Cuando duermo, muero y voy a mis ojos de zorro chilla. Cuando duermo, asisto a mi reencarnación inútil, porque aquí mismo he sido piedra y río,  vino y copa. Cuando duermo y hay nadie en las ventanas y la cordillera pierde su forma; ahí, justo ahí. Nada más. La misma estrella, el pequeño mapa en el vidrio besándome los parpados; arropando mi estructura de pez de barro. Música, voy escribiendo mis necesidades mágicas con la fuerza  del último agitamiento, con el grito que anotamos en el puño.

Que algo me ayude o me lleve, me lleve donde no se llega con los ojos abiertos; donde tarde, noche y día son sólo expresiones del color. No al horizonte, sino que desmembrada como el viento, ir, sólo ir y soplar a mi favor que será el favor de nadie...

viernes, 6 de diciembre de 2024

J

Esta sed al gemir
o pájaros que vocalizan <ardo más que siempre>
y nadie asiste a su fuego,
a su fiebre.

Alguien obró 
en mí 
su propia pérdida / su identidad de caracol pisado en la lluvia.

Cuando decías / no confíes en nadie
encontré el silencio 
y las trompetas en la noche;
el aguacero,
la palidez en la voz de los espejos.

Mañana / sol, anunciaciones,
vida vivible.

¿La plegaria? 
¿la oradora?
uncida en la fuente de oro,
colgada en álamos y alambres;
desaparecida o escondida
en la acentuación de su sombra;
llana
invisible sólo al ojo.

Mañana, sol. 
Ahora, lumbre, no calor. 
Un teatro de nadie.









lunes, 2 de diciembre de 2024

la fé es un sonido

Asisto a una fiesta
de cosas sin voces ventrilocuas.

Una silla dice: me comprometo a dejar de serlo, cuando el primer sol pierda sus zapatos.


Bailo o muevo y organizo
relojes esféricos y construyo pulsos
para este pequeño Dios andino,
manso y amplificador de cada cosa iluminada.


Más adelante o dentro,
una perpetuidad
una fé [rasgada por Mercurio]
mira desde lejos
el evento amor.


domingo, 1 de diciembre de 2024

Vivo en un semáforo en rojo

La noche
es donde puedo trazar
el recorrido de un pájaro hecho de materias puras; un recorrido a las calles y ventanas y pasadizos del cuerpo y de la ciudad, flotante 
como una voz acuática, líquida.

Podría la noche
desplegar toda su amplia coloración;
su temperatura, lo que está del otro lado de la calma.

La pasionaria y sus frutos lumínicos;
los bebo, los ofrendo a mi lengua y mis palabras son plateadas estructuras, fusiones insólitas.

Hay un dios en estas ganas de que me ahorquen
y en las pequeñas lamparillas,
deseos de alguien que vive en una ventana abandonada.

Estoy llegando llegando no importa la dirección llegando llegando en lo más hondo en lo más rojo posible / contra la nostalgia planetaria más grande alguna vez profesada / esta es una fé prometedora, ardiente y estrellada; comunicante sólo de este momento, en que la noche abre su enorme compuerta y desalojamos el miedo




líquidos pájaros me indican el camino

Primera lluvia y el primer desierto, con las palmas abiertas y sangrientas. No es una estigma. Es herida común, grave. Una sacerdotisa de zo...