lloro desesperadamente
de alegría
de "por fín, Fen, por fin puedes"
Una estrella
a la que ruego que ambas
sigamos viéndonos
en torno a la noche
a la hora de poner
yodo en las heridas
A mitad de la noche, con las costillas disparejas y abiertas, el saxofón parece derrapar sobre la ciudad, entre viejos maitenes. No hay calo...
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