calor en las mejillas
hundimientos en la capacidad amatoria;
una honda tristeza crece como bulbos
en el pecho,
justo a la hora
donde la noche y el sol son el mismo Dios
y mi pena y la pena del mundo
son una sola cosa, un sólo código
una sola soledad con la que abro espacios
en la música;
ahí puedo
ahí la noche me besa vagamente
ahí el apagón o el cubrimiento de cualquier imagen.
No quiero asistir a la enorme picadora de sueños
necesito la magia del paréntesis
y allí
convertir la harina en pan
la visión defectuosa en oídos agudos;
fuego en signo y en el signo, fuego.
En la mirada secreta
de los jacarandá
me abro y me cierro
me abro y me cierro
y amo y odio y siento la disparidad
la vértebra en la voz
cuando se pronuncia
aquí mismo / dentro y no sobre / duele
ll
En la motelera luz
veloz y roja
se pierde para siempre
una máscara.
Ella desenreda cualquier trampa semántica
coopera con su propia - lejanía -
para no superponer árbol
a cualquier ente vegetal;
para no decir y no hacer,
en el sentido más silencioso
y vago de los actos.
La noche podría ser este
gran muro de contención
donde los edificios coloniales
son iluminados, iluminados...
La gran avenida
un gran corredor de muertos
de hambre de frío
o por putos
o maracas
un gran corredor de muertos
yacidos o lanzados sobre el trébol blanco;
qué memoria será la del trébol
y sus flores aplastadas o abultadas
como bolsas de suero.
La gran avenida
un paseo nocturno bajo los artificiosos faroles led
Una complicidad llana y lisa con las sombras.
La noche y el gran murciélago común
pequeño como un sapito o principe volador
se come la última polilla
la última comedora de fosforescencia.
Amanece
amanece
totalmente
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