sábado, 10 de mayo de 2025

el otoño tiene huesos

A mitad de la noche, con las costillas disparejas y abiertas, el saxofón parece derrapar sobre la ciudad, entre viejos maitenes. No hay calor en la exactitud, no hay virtud en su rigurosidad... Las pisadas en el barro son lo más cercano a una primera escultura, a una antigua impresión del cuerpo. Llueve detrás de los papeles, en las voces acostumbradas a cerrarse como perros confundidos y hambrientos, encapsulados en el - ir y venir - de la fatiga, de  chocar contra los muros y su nada, dolorosa, excitante. Entonces, hablan las puertas y los cerrojos. Desde lejos, una torre prolifera en luces, nace de la luz. Edificaciones, tótems mortales. El paso nivel es una cueva oblicua, ahuecada, perforada. Todo perforado. La mirada es un agujero saciado. Más tarde se abrirá un pájaro y cantará la canción favorita de los muertos. Los mirlos trinan. 

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