sábado, 10 de mayo de 2025

el otoño tiene huesos

A mitad de la noche, con las costillas disparejas y abiertas, el saxofón parece derrapar sobre la ciudad, entre viejos maitenes. No hay calor en la exactitud, no hay virtud en su rigurosidad... Las pisadas en el barro son lo más cercano a una primera escultura, a una antigua impresión del cuerpo. Llueve detrás de los papeles, en las voces acostumbradas a cerrarse como perros confundidos y hambrientos, encapsulados en el - ir y venir - de la fatiga, de  chocar contra los muros y su nada, dolorosa, excitante. Entonces, hablan las puertas y los cerrojos. Desde lejos, una torre prolifera en luces, nace de la luz. Edificaciones, tótems mortales. El paso nivel es una cueva oblicua, ahuecada, perforada. Todo perforado. La mirada es un agujero saciado. Más tarde se abrirá un pájaro y cantará la canción favorita de los muertos. Los mirlos trinan. 

viernes, 9 de mayo de 2025

porqué antes de irme me preguntas imposibles

 Estoy dulcemente retirada de mi propio eje, con muy poco y muy nada, al viento y a los interiores de las cosas elementales. La máscara se cae, es material oxidable. Bella sensación de oír la música en la música; los agudos en los graves y girar inadecuadamente las piezas del tablero. Exageración en los ojos de los gatos, desmedidos y prolongados como dos agujas espaciales. No tengo miedo. No tengo miedo. Sólo necesito que el destino venga y diga < aquí es el lugar intermedio > < la posibilidad en lo perdido >. Y el destino siempre está así que no viene, no visita mi espíritu, ahora blando y expuesto. Y lloro apenas y hago muecas al silencio con mis manos. Ruego.  

pensamientos flotantes

Nubosidad. Presencia corrida, veloz o fantasmagórica. Algo descubre las cosas como débiles lluvias. Quizás, así voy, cruzando transparentemente los muros del habla. 

En picada contra las ciudades y sus nombres, sus identificaciones. Nubosidad, niebla, atmósfera de ojos ciegos. Pedir milagros a las piletas, a solitarias bancas abandonadas en plazas abandonadas. Hago ocupación en el lenguaje para desatar los viejos nudos, apretados por el YO. 

Las golondrinas son capaces de trazar continentes, dibujar islas y archipiélagos en el aire. Esa vida en vuelo, los amplios avistamientos. Ahí me quedo, recostada y nada más que recostada y con los ojos abiertos...

el otoño tiene huesos

A mitad de la noche, con las costillas disparejas y abiertas, el saxofón parece derrapar sobre la ciudad, entre viejos maitenes. No hay calo...