En la orilla, un pez se retuerce para encontrarse con la mar, con su espuma, la efervescencia; desesperadamente ocupa sus aletas como abanicos sin estructura. En el agua, un veloz ser alado. En tierra, un foráneo, un moribundo asistido por el sol y la asfixia.
Me calmo, pienso que sólo es otro día fuera de sitio.
¡todas las horas me sirven como excusa para morir! ¡de sed! ¡de no comer nada más que bocanadas de impuro aire!
/ debería asumir mi desproporción /
Todos se parecen un poco a ti y algo mío, los persigue, los confunde y da los pertinentes pasos hacia atrás, el respectivo repliegue de mi carácter < dócil y complicado >
Qué tonta aferrarme, ya no se de qué manera, a esta forma de afectación. Mi jardín, solo en la memoria. ¿Los pájaros? en bandada, poniendo su breve pecho colorado a favor del sol. Un encuentro.
Cierro las ventanas que pudieran darme paso. Afuera, yo, sin el cuerpo para entrar en el campo del amor.
Aprende y/o desarraiga tus claves mas hondas, es decir, hasta la forma de articular luna o morada o jardín lleno de ajenjos plateados. Lo demás, lo dicho, será reinterpretado, incluso la soledad del perro en la esquina o la planetaria calentura de los suelos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario