Hojitas, aún verdes y tan desprendidas,
caen sobre el suelo, destinadas a ser devoradas por la tierra.
Algo pleno nace, una luz silenciosa
la brisa del verano en las palabras
las inútiles
traducciones de La Soledad.
Busco en la consciencia que oscila en mi cerebro
El porqué de las preguntas
El porqué de la noche
donde mi garganta acoje extraños visitantes, desolados signos.
El cómo y el cuándo de la lluvia a la hora de "ir a dormir"
y no dormir hasta destriparse la razón.
Había niños y perros, pájaros acurrucados en el pasto tibio de las 18:00hrs
Buenos augurios a la hora de decir "vamos"
y no saber dónde se llega al trepar la enorme ciudad con sus luces y símbolos,
encendidos cómo velas de sangre.
Y en el ardor, con los ojos evaporados y el cuerpo hueco como el alma, recuerdos primarios, umbilicales, infantiles.
No sé abrir la caja. No tengo la fortuna del herrero.
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