lunes, 22 de mayo de 2023

mirador

Llovió mucho en los ojos de los perros
se cerraron puertas y ventanas
y niños grises pisoteaban sombras embarradas
en charcos y pozas
como sapos confundidos.

La ciudad La gran ciudad abierta 
mapa trizado,
humedecida por cuerpos giratorios.

Cadáveres bajo líneas numeradas,
cuerpos barridos por el reojo,
removidos por pájaros que vinieron y se fueron transfigurados en melancólicos ancianos.

La ciudad
por detrás del vidrio
espumosa y ardiente.

Los puentes no son meros encadenamientos, conexiones.
A veces tiembla y supimos que la voz quedaría incorporada en barandas y solitarias columnas.

No cruzar,
no realizar el movimiento.
Hacer de la nada
la contraparte, el tormento o la alegría más breve y hermosa;
oír el trino de los mirlos como trompetas fatales, cómo sonidos agujereados por el sol de invierno.

Con la cabeza gacha, una mirada más amplia;
allí donde las cosas se deshacen como el cal,
dónde nitidez o transparencia significan lo mismo.

La ciudad... ciudad de las palomas que se vuelven estampillas y cartas y mensajes o en cosas horribles de la infancia; de la orfandad de los ríos y sus peces de barro;
las velocidades,
la perfecta fusión entre un pájaro y una vieja tumba, una vieja tumba abandonada...

¿Tienes fuego, paloma?


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 anda a mear otro poste, perra aparecia