Adioses desde el gran balcón donde los animales y los bichos, engrandecidos, miran el valle volverse una hendidura tropical; dónde el río macerado en huesos y tierras lejanas, es más una pisada de gigante raquítico que río lleno de peces y camarones danzantes y aguas divididas por espaldas brillantes y miradas encogidas por los rayos del sol, el sol luminosisimo del desierto, el sol árido que va despellejando los rostros y los cielos al alba.
Roído mordido
La gran herencia del misterio
Que es el cerro
Va quedando sin cabeza
Desollado y decorado con banderas impecables, perimetrado con alambres chinos
Dónde va la niebla si no tiene lugar donde replegarse y hundirse y morir cuando la flor abre su boca enorme
Siempre se puede morir en el desierto y siempre habrá alguien que nunca sabrá de cuerpos de sitios de pasionarias de piernas / de tacones sin tapilla / de negros hombros / de la última pilcha que se usó por última vez en un último cuerpo / nadie sabrá donde está / cómo fue / si cerro si río si loca / no sé sabe ni se sabrá ni el río seguirá siendo río sino que un tajo / un desgarramiento o por lo menos una triste yaga en la córnea solitaria.
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