sábado, 22 de octubre de 2022

mayo, en cavancha, bajo el espino

 Entonces, entre churques y chañares, clavarás tu nombre y vas a decir -no perdí sangre, perdí agua-. Era muy de tarde, el sol se escondió tras un huasco lejano y los jilgueros repicoteaban los últimos gusanos. Había una perra acompañándonos, una perra tuya. Te miraba, miraba también los cerros y los cursos del agua, estrechándose, guiados por la caída. Nunca fue nosotros. Nunca fue dos maricones en el cerro. Siempre hay algo más. Siempre un churque clavando sus espinas, siempre el sol cayendo sobre su otro lado, los gusanos retorciéndose en la oscuridad. Tanto milagro, milagro en el sentido de cuantas experiencias pueden ocurrir a la misma hora, sobre o bajo la misma tierra. Probablemente siempre tuvimos menos oportunidades de sobrevivir que una larva. Hace muy poco escuché que los antiguos decían que si el lucero está sobre la cordillera, es porque se vienen tiempos secos, aguas perecederas. De lo contrario, si el lucero acontece sobre la costa, vendrán días lluviosos, temporales de esos de los que se habla hasta el siguiente giro, hasta el próximo ciclo o el próximo desorden en el cielo. Ese día el lucero en la costa, frente a nosotras. Y así fue, tanta lluvia, lluvia de hielo en la copa de los paltos y los pimientos, abatidos por el peso de la nieve, caídos a pesar de sus años y su anchura. Y así fue, llovía también en mí, alejándome de Vallenar, sintiéndome... acelerada y torpe, weona. Llovía en mí porque quería algo que no sabía pronunciar ni gesticular ni performear. O que al menos mi incapacidad de espontaneidad me impedía simularlo. Había tanto de cerro, tanto de pájaro amarillo en ese espacio, tanto canto que no se sabe de dónde viene... magia, cosas sencillas, un lugar donde otro silencio es posible. Tu... cercanía. Ya no me pellizcabas las piernas, hurgueteabas el ano, los labios con los tuyos, encarnecidos favorablemente. Qué antigua lo de amistad o sexo o sexo y amistad, que antigua y que hetera, niña. Pero así sigue funcionando, las cosas tienen un curso, lo que sucede sucede por y para algo.  Vallenar era rosado, cielo arriba, rosado y naranja, amarillo entre los cerros. Tan luego que me quité ese lugar, tan pronto me puse otro, lluvioso, entristecedor, frío y me llené de materias escuálidas, insuficientes. Quizás ese fondo fue el fondo de los pozos. Quizás tus ojos ya no me hacían sentido de estrella o de astro. Quizás ahondé demasiado en la técnica de otros, para escribir inteligentemente, los errores los comete cualquiera. Ahora prefiero ser lo cualquiera, no quiero comprobar mis aptitudes frente a nadie, excepto las actorales. Quiero actuarle al mundo una cordura moderada y en el último mínuto, SALTAR. Saltar al mundo de agua que describe la Bombal. Saltar a las aguas secretas, secretas para siempre.

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 anda a mear otro poste, perra aparecia