Puedo ver la marca
las estrellas cansadas, repartidas como un puñado de sal sobre la noche
La mesa está vacía
porque alguien toma todo y lo engulle
Escucho música
la del pájaro imitador
la de teclados congelados
la de ecos que vienen desde pozos lejanos
para dar conmigo
en sueños veloces, vaporosos;
sueños hechos de vidrio molido,
de flecha hundida en la vieja arena...
El espíritu: sismo transparente.
La soledad: desplegar la fe en la nada
El invierno: alguien con olor a ser querido
¿Nidos, una voz que se acerca a velocidad primaria o una taza de té llena de alas de termita?
Perdida la esperanza
encuentro el árbol
y no el fruto;
la espontaneidad
que requiere la observación;
la mirada con mira de rifle semiautomático
para saber
cómo
lanzar el cuerpo
cómo
lanzar el cuerpo
incluso
sin mirar
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