sin envenenamientos cruzados
bastaron para dar fuerza al poema.
Al poema que es el muro cayendo
La luminosidad en el torso de los mirlos.
Los perros no se preguntan el frío
ni su sombra de siempre o el porqué de su olfato memorioso.
Aprender y dejar de hacerlo;
Soltar en el sentido de arrojar
una piedra en la superficie del río.
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