martes, 19 de noviembre de 2024

A veces, cuando sé a qué ibas, pienso en dibujar un teléfono y dibujar una llamada

Si pudieras enfrentar la distancia, asumirla, no insistir en un abrazo de nada, te haría, me haría un espacio  para ti, genuino y mágico. Pero no, esta vez me debo a mi propio estado, a mi entera singularidad, mediada por episodios siempre irregulares. No estoy habilitada para ser sólo contención, ni quiero estarlo. Necesito el gesto, no la equivalencia. 

En otro momento, no habría realizado el ejercicio de desarticular las intenciones, las experiencias que me llegan como mensajes que codifican mensajes interiores. Luz y sombra. No habría visto el matiz, la densa y amplia atmósfera del amor romántico instituido en la consciencia, en la subjetividad, en la fuerza deseante. La verdad, esta breve verdad, es que no puedo sacarte de mí con total desparpajo, con enojo de alta pureza. Me retiro, me saco de ti. Tienes las palabras adecuadas. Te falta conflicto, perder el pánico y eso no puedo transmitirlo. Son tu momento y el mío, dos elementos hechos a la medida de nuestra configuración o desconfiguración emocional. 

Yo tengo que seguir el mismo camino que los animales andinos. Sobrevivir en una parcial soledad. Sobrevivir contra todo lo que signifique < ahora, aquí, me debes algo > . Ni la carne ni el espíritu. Mi altar es secreto y está en todas partes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

el otoño tiene huesos

A mitad de la noche, con las costillas disparejas y abiertas, el saxofón parece derrapar sobre la ciudad, entre viejos maitenes. No hay calo...