Tal vez, debí construir laberintos de biombos, donde nuestras miradas se hubiesen podido encontrar únicamente en la dificultad. Ahora, nuestros ojos se ven y no se encuentran. No hay pupilas que se abren. ¿Me escuchas, me escuchas? ¿mi <encantador> carácter? ¿los hielos derretidos en tu lengua? tu dorada arquitectura, curva y rojiza. Tu piel como la mía, dos cerros de roca que se fusionan tras el sismo. No miento, no puedo: te hablo en silencio y pronuncio abecedarios muy propios para ven, te necesito; el cuerpo total, con su voz y su agua, pronunciada y tranquila".
Entonces, te alejas, difuminas cualquier recuerdo o nostalgia posible. Con eso me quedo yo, que no aprendo justamente a disipar, a proteger los núcleos memoriosos. Tantos olores cruzados, besos en las manos... cierro los ojos y estás, denso y desvanecido, apenas perfilado, escondido en tu pirca de secretos. Y yo, adormilada, recostada sobre la colcha de felpa, invocándote sobre un tablero poseído por antiguas presencias, con inútiles dones.
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