Cuerpos enormes, notoriamente alegres, como recién llegados a un pequeño paraíso entre los espinos. Lo mágico de esto, es que nunca en mi vida tendré contacto con un elefante y aún así algo en mí pudo conocerlos, admirarlos a la distancia con total prudencia.
Una imagen impactante, no por la imposibilidad, sino por lo contrario: tener frente a mí a un animal misterioso y lleno de hermosura. Quizás este es el animal antiguo y hermoso que siempre viene a mi cabeza, a mi mano que trata de dibujarlo como una niña dibuja su primera lluvia.
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