Lo supe de inmediato. La noche se arrastró por el piso. No hubo fondo; superficies. Noche, todo anochecido como una propagación irreversible. Sentí, quizás, la bulla de las cosas inaudibles; escabullidas. Qué tan aguda puede ser la lírica de las piedras.
Aquí viene el carbón. Los rieles, dos pájaros estirados y rotos. Alli nada, ni la fuerza del deslizamiento. Quietud, a pesar de la danza. Lo supe de inmediato, las piedras tienen su propia orilla. La desembocadura su propia desembocadura.
Sí, la pausa; la paciencia.
Tuve... un sueño.
Sí, la rosa de los vientos deformada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario