Y esa patudez, aquella valentía repentina que
le surge a los cuerpos bien portados cuando nos exhiben como tema de
conversación. La inspección ciudadana no sólo atañe a temas judiciales,
laborales, familiares; sino también biopolíticos; quieren saber, husmear;
examinar con lupa qué compone tu entrepierna: para saber cómo no meas, cómo no
culeas, cómo se te hacen difíciles o fáciles, según ellxs, ciertas actividades
que conciernen a aquella zona delimitada como genital, cuyas fronteras son
difusas porque es precisamente ese reducto del cuerpo el que, luego de
rigurosos exámenes, determina los nombramientos, las utilidades y los límites
generales. Y lo peor, es que te lo exigen gratuitamente; con elocuencia médica
y más encima, aunque me importa nada, una vez encaradxs, amparadxs en el campo de
los consensos, se hacen lxs ofendidxs; descargan su culpa; su inocua
curiosidad. Si son tan aprendices; tan lectores del cuerpo; tan barzas porque
nos enrostran nuestras intervenciones químicas, el desplante travestoso, la
bisutería repartida y ellxs, tan desinteresadxs de su propia experiencia, ni
siquiera recuerdan cuán intervenidos están toooodos los cuerpos que habitan en
zonas intensamente contaminadas como esta y no se inmutan con el níquel y el
vanadio anclado en sus órganos, con ese cáncer proliferando aceleradamente en
los pulmones; con la alteración metabólica; con la anosmia – pérdida total o
parcial del olfato- que aquí se produce, desde muuucho antes del COVID-19, por la inhalación intensiva de PETCOKE,
residuo sólido de petróleo ocupado hasta noviembre del 2017 como combustible de
las 5 termoeléctricas buenas vecinas residentes en Huasco. Esas chimeneas,
aquél tren que viaja y viaja como un pasajero confundido, como aporte
paisajistíco diría El Gerente, tiene paradas de descarga en todos los cuerpos.
Aquí el cirujano es CAP Y GUACOLDA. Las empresas son las encargadas de diseñar
qué se elige, qué se descarta, qué se desea, cuántos pulmones se ofrendan,
cuántos cerros se perforan. Y la fosa común se va quedando chica y el negocio
funerario cada vez más rentable y las patuas cada vez más preguntonas y no se
dan cuenta de su disfraz; ese alisado permanente, esas pestañas encrespadas,
ese calzón o bóxer, ese pelito rapado o se dan cuenta pero qué les va a importar
si pueden intentar cagarle el día a alguien más pero no pueden porque ese
veneno no es veneno sino agüita bendita con un par de moscas muertas.
Que se mueran lxs tecnócratas del cotidiano, muchos años que ya conocemos como funciona su turismo.
ResponderEliminar