La sangre desparramada en este tajo; sobre esta herida montañosa, se aglutina como un grumo rojo y palpitante. Y los nombres, silabas pertenecientes al deshecho, se lanzan por la borda. Se dice que el pájaro que ha muerto, ha muerto accidentalmente. Toda su patria es un remoto accidente: nadie aquí ha excedido el protocolo; sólo se ha desparramado sangre pobre. El rey ahora tiene disciplina y la reina no sólo come pasteles y se va de fiesta. Juntxs, con su equipo inclusivo y desde su palacio - Av. San Josemaría Escrivá de Balaguer 5600 - dictan las ordenes. La orden es que, contra toda amenaza, la patria transnacional viva.
Todo se hace en nombre de la justicia: constituciones, marcos legales, acuerdos imperiales. La justicia nos aprieta el cuello. Tenemos la voz hecha un hematoma. No hay ungüento que alivie este ardor. Este ardor vuelto rabia: aquí duele, duele tan profundamente que los huesos se descosen. Regurgitando las palabras, hemos venido. No nos alcanza la desdicha ni la tristeza; esto es más denso, expansivo. Es un océano desprovisto de mesura lo que hay dentro. Y también nombres; piedras; fuego; odios indispensables.
Si el pájaro muere
y dicen
que fue un accidente
habremos sabido
por susurro
por suspicacia de zorzal
que fue un accidente provocado
por el Estado de Chile.
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