jueves, 24 de diciembre de 2020

a veces




Frente a la ventana

el horizonte

se asoma 

con sus ojos de sal 

con su mirada somnolienta

y rocosa.


Se despide de mi

el puerto

y con el

la gaviota que

mañana tras mañana

grazna

sobre la kasa.


Es el puerto 

el que se va 

de mí

también su frío repentino 

su apuro transpirado.



Yo no sé

si voy

o

me quedo

No sé

del viaje

tampoco de la emulación

de movimiento.



No sé 

si llamar errante

al pájaro 

que ha muerto

o

ha creído morir.



No sé

arremangarme

la amargura

ni cómo 

sostener

la tranquilidad.



Quizás 

es el peaje

quizás 

el protocolo

tal vez 

el tránsito

por estas carreteras

que parecen viaductos

a la muerte.


Quizás es el cactus

aplastado

por las placas solares

reventado

por la avanzada

sostenible de energía.



Puede que las mineras

se queden a oscuras

puede que 

de forma 

aparentemente amable

el progreso

requiera de más sol

de más horizonte

de más ojos de roca 

de más cactus 

con las espinas enterradas

en sí mismos.


Yo no sé del viaje

no sé

cómo

puedo hallar una diferencia

si todo esto

me parece una destrucción

entretejida.


Por donde cruza la carretera

cruza el capital

también el guanaco

que queda como

estampilla folklórica

luego del atropello.


A veces

el sol me abriga

con dulzura

como un mimo de gatito;

a veces

el sol muere

dentro de un panel energético

su tumba

es 

la minera

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