Desplegar la rareza, lo oblicuo. Convertir la angustia en amenaza subversiva; que la herida potencie a la piedra.
El dolor es nuestra barricada; una de las herramientas que tenemos para volvernos pájaros que rompen la jaula.
Acompañarse con un fuego múltiple e indefinible; disolverse entre la noche y los escombros.
Pulverizar el patrimonio blanco y sus emblemas internalizados en nuestra subjetividad. Arrancarse la palabra del colono. Apuntar, con impulso de pumpullo, a los rostros del orden.
El futuro no existe, es el hoy lo que acecha nuestras vidas; también nuestras muertes.
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