martes, 18 de febrero de 2025

Terrenos Baldíos

Dos perros juegan a perseguir movimientos, luces. Casi todo es arenoso, como seres vivientes en una tos muy seca. Pequeños remolinos y sus ardientes giros; el juego óptico entre los perros hambrientos y las piedras. Entre medio, fresco y pobre aguacero. Hay vida en esa lágrima estirada; el pozo donde los alcoholicos se lavan la cara. Agua, acequia tatuada y diseñada para hidratar la vieja voz del norte. Tienes el corazón de tierra, un corazón ardiente. Besas en la cantina, con tus perros amarrados a la nada; a su propio delirio visual. Duermes en el agua, como los zancudos, al costado de dudosos terrenos baldíos. Y porqué baldíos,  si la totora pobla sus orillas; si tú besas y duermes y prendes y te angustias sobre el agua y los matorrales calientes. 

Baldío no es vacío. Baldío no es paisaje. Baldío no es humano. Los pequeños huracanes de basura y plumas de jilguero; desaparecen con su polvadera danzante; duermen o lloran en carpas transparentes. Media noche, solo una porción de noche porque los ojos brillan y el vino tiene deseos y promesas propias. Alguien viene a recoger sus trapos, a remojarse las manos, a masturbarse, escondido en la sombra de los pimientos. Punk o perro o maricón o terreno baldío o quizás pájaro, tórtolas surcidas en el sol, cocidas al calor... ahí la noche,  el bebedero abierto, los besos y las patadas a la nostalgia.

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